domingo, 12 de febrero de 2017

Mágica, bonita, trágica y triste historia de amor


Se acercó a mí con su mirada cálida advirtiendo de que sus intenciones no eran buenas y sus acciones serían aún peores. Posó sus pupilas sobre las mías diciéndoles a mis pestañas que serían deseos soplados al cielo y acariciando mis mejillas mientras acortaba la distancia prohibiéndome respirar cualquier oxígeno que no fuera él.

Me fallaban las piernas, me engañaba la razón y me abandonaba la resistencia a su cuerpo, a su pecho, a su sonrisa traicionera y a su corazón. Sabía que estaba a punto de cometer el error más bonito de todas mis vidas, de todos mis sueños; temía que su ausencia fuera la pesadilla más horrible del mundo y que hacerle daño fuera el peor de los infiernos. Me faltaba aire, me sentía como si estuviera en un agujero negro lleno de estrellas esperando a que el universo colisionara entre nosotros. Pero él seguía imponiendo su presencia ante mí sabiendo que yo no podía y él no debía, nuestros rostros se rozaban tímidos en una explosión de pasión, deseo y hambre contenida
.
El rol había cambiado, ahora yo era la presa y él el cazador; sus labios depredadores se dispusieron a acabar con este juego morboso cuando rompí la conexión entre mi aura con su alma.

- ¿Por qué te alejas?- dijo con una voz ronca volviendo a aproximarse
-Porque si no me alejo ahora seremos una mágica, bonita, trágica y triste historia de amor- susurré despertándome

-Itzíar De Llanos

sábado, 11 de febrero de 2017

Violeste


Había una vez dos chispas, una era Violeta y otra era Celeste
 pero al tocarse eran eclipse.

Cuenta la leyenda que el tiempo estaba enamorado de aquel contacto mágico, inefable. Cuenta la leyenda, que cuando acarició el aura de Violeta se quemó y cuando rozó la esencia de Celeste se heló.

El tiempo enfadado y dolido convirtió a los amantes en astros opuestos, destinos ligados a constelaciones lejanas que huían en la búsqueda insaciable del reencuentro. Celeste adoptó una piel pálida, fría y luminosa, al tiempo que Violeta adoptó una forma ardiente, tempestuosa  y bélica que con solo mirar fundía cualquier ápice de vida.

Violeta corría por el día buscando  a Celeste y Celeste corría por la noche buscando a Violeta y justo en el instante en el cual sus labios se iban a rozar el mundo explotaba y un imán los volvía a situar al principio de la historia, en el primer capítulo de un conocido final, Violeta en la línea de salida y Celeste en la línea de meta.

El tiempo se regodeaba del sufrimiento de los amantes pero no le era suficiente, así pues, para incrementar su dolor hizo que los mortales al estar con la persona que amaban sufrieran la terrible desdicha de estar escasos segundos con su persona especial, teniendo que despedirse incontables veces, embaucando su mente, haciéndoles creer que eran horas lo que pasaban juntos y no segundos inventados.

Los mortales, desquiciados, miraban al cielo ardiente y belicoso lamentando la tardanza de la llegada de la noche para huir al regazo de aquellos segundos inventados fundidos en un solo latido y bombeados por la inagotable carrera entre la línea de salida y la línea de meta.

Celeste cansada de correr sola en la oscuridad para después volver a caer en el abismo dejó de intentar llegar al principio del libro y se quedó callada en la oscuridad. Violeta que tenía un espíritu invencible en vez de correr hacia el final del libro utilizó su fuerza, su calor y su fuego para dividir su ser en dos, fragmentando su corazón en dos llamas que oscilaban lentamente en círculos.

El tiempo, ingenuo, desvió su atención a otros asuntos pensando que su venganza se había completado y que los dos amantes se habían rendido.
Violeta aprovechó la falta de atención del tiempo para mandar una de sus llamas a la tierra y para no levantar sus sospechas no hizo que su llama adoptara forma de mortal.

Así pues, todo se mantuvo igual durante largos años. Celeste sola y sumida en una triste y trágica desolación suspiraba al aire susurrando el nombre de Violeta y formando brisas encima del mar, pero una noche, una noche normal, una noche de tantas, algo cambió. Celeste iba caminando por las sombras derramando sus lágrimas y lamentos mientras vestía una seda negra sobre su cuerpo cuando oyó que el viento le devolvía el lamento.

Celeste petrificada dejó escapar de sus labios otro melifluo sonido trágico que, misteriosamente, el viento le volvió a devolver. Buscó a su alrededor la imagen de algún pobre mortal lamentándose por su amada cuando percibió una silueta blanca como la nieve que la miraba desde las sombras del bosque  con unos ojos dorados intensos, Celeste ahogó un gemido al notar que su corazón ardió en un fuego fatuo. Aquel dorado la seguía mirando a la espera de una respuesta, Celeste sonrió y comenzó a correr en dirección a la meta susurrándole a la noche mientras aquella figura la seguía también sin apartar su mirada de ella.

El día llegó pero ella siguió corriendo bajo la mirada de aquella criatura y Violeta también siguió corriendo en dirección a la meta y esta vez cuando llegó el ocaso, el mundo no explotó, sino que ni los imanes ni el tiempo fueron capaces de irrumpir en aquel encuentro, aquel roce que volvió a ser eclipse, aquella unión que ni fue noche ni fue día, ni fue plata ni dorado, ni fue cielo ni fue infierno, ni quemó ni heló.


Aquel roce de labios que convirtió un segundo en algo eterno y del cual le nacieron ilusiones al día y estrellas al cielo, porque la noche se veía llena con su gala de plata y el sol se mostraba vivo aullándole a la luna.

                         -Itzíar De Llanos