Estoy
cansada de andar sin rumbo. “Hoy va ser
el día, sonríe”, me digo. Pero nunca es el día y siempre se me manchan los
labios de decepción. Miro a la gente, todos parecen tan completos, tan seguros,
tan felices en su hipotética perfección que me pregunto por qué yo no puedo ser
como ellos, por qué tengo dos pies izquierdos, dos manos sin dedos, una sonrisa
que mira y unos ojos que lloran sonrientes, por qué me cuestiono el por qué de
los por qué. Sigo sin respuesta aparente.
Así
pues, sigo caminando cabizbaja, ayudo a la gente y nunca espero nada a cambio,
pero al mismo tiempo espero que alguien, tal vez, repare en mí. Se siente a mi
lado en ese banco roto y pintado en el que nadie se sienta y no me pregunte qué
tal porque realmente sepa la respuesta y no quiera una mueca falsa y unas
palabras exentas de sentido que afirmen una hipocresía cortés.
Me
gustaría que alguien le gustara mirarme, no como se mira la gente hoy en día,
con miradas bífidas, sino como si fuera una obra de arte que nadie comprende
pero que se quiere entender, sentir e investigar. Como esos misterios de las
novelas de intriga que quiebran la cabeza de los más listos ante las pistas más
simples, pues soy simple; soy de esa clase de simpleza que por fuera puede ser
gris y por dentro a color.
También,
desearía que nadie conociera mi nombre, mi rostro, mi tacto y mi olor. Os preguntaréis
a que se debe eso, pues es muy sencillo, si nadie conociera el nombre, el
rostro, el tacto y el olor de las
personas no podrían criticarlas, buscar meras patrañas para herirlas, dado que
si nos ponemos a pensarlo no sabríamos quiénes son y no podríamos juzgar a
primera vista. Personalmente, prefiero esto porque si fuera una incógnita y un
misterio perdido, la gente podría conocerme, verme, tocarme y sentirme a través
de un lenguaje que solo fuera mío, suyo, nuestro.
Anhelo
la idea de que alguna persona sea tan rara, insegura y pequeña como yo, que
esté más loca que cuerda y eso le parezca un fenómeno maravilloso… que vea mis
errores como un camino de espinas en donde no hay culpables solo traspiés.
Alguien que piense que soy curiosa, que no tenga miedo de equivocarse conmigo
aunque yo me equivoque con él, alguien que se suba a bordo del circo al que
llamo vida y no le importe el mareo que los caballitos le puedan causar.
En
conclusión, apreciaría tener alguien así, puede que lo desee tanto porque me
siento sola y no es nada malo estar solo aunque esté rodeada de gente, no me
mal interpretéis, es solo que estoy cansada de equivocarme sola, andar sola y
lidiar sola contra mí misma. Esto sucede porque me veo como un mundo que ni yo entiendo
así que no espero con gran entusiasmo que alguien me entienda, pero bueno nunca
hay que perder la esperanza, dicen. Por eso sigo sonriendo cada día pensando que
será el día aun sabiendo que no lo será.
Os cuento esto por si os sentís así
también que sepáis que yo estoy sentada en ese banco abandonado con un libro
roto.
Por si queréis pasaros a entablar
en silencio una conversación con la desconocida que sentada a vuestra izquierda.