Han pasado 850 días
desde que el azabache se convirtió en mi color favorito,
desde que tu pelo
escondió tus intenciones,
desde que tus manos
pintaron en mi espalda tu vía de escape,
desde que descubrí que
tus lunares eran planetas quemados,
han pasado 850 días
desde que descubrí las costumbres y tradiciones de tu piel,
las mentiras de los latidos de tu pecho
y las verdades de tus
pulmones al hablar y suspirar.
Y sí, han pasado 850
días desde que te hiciste bilingüe en la lengua de mi nombre, de mi cuerpo y de
mi vida.
Se han turnado
solsticios y equinoccios desde tu venida y tu partida,
el tiempo ha degustado
las horas como quien devora su plato favorito,
una guerra ha estallado
entre el mal y el peor, entre el fuego y el infierno, entre el grito y el
desgarro.
Han pasado 1.224.000
horas desde que tus labios dieron un golpe de estado contra mí,
un siglo en besos desde
la guerra civil más sangrienta de un cuerpo contra cuerpo,
una masacre causada por
el silencio de las palabras que causaron historia y que, por suerte, solo unas
sábanas rotas pueden contar.
Han pasado 1.224.000
horas desde que mi piel viste de heridas, un traje precioso para contar
leyendas,
una tez perfecta para
el roce de dos enamorados a las doce de una noche sin luna,
una tela suave, fina y
arraigada en el hambre de tus dientes, una tela suave, fina y descosida porque
tus uñas arañaban más allá de la piel,
tus dedos desabrochaban
los botones del alma y tus yemas bajaban la cremallera de mi corazón para seguirme
al País de las Maravillas.
Han paseado ánimas por
el cielo desde que la témpera y la poesía se odiaron por amarse tanto
y, sin embargo, han
pasado segundos desde que los libros se escriben pintando.
Porque al fin de
cuentas solo han sonado dos acordes de esta canción a la que no le ha sucedido
nada más que un secreto que nunca ha callado.
Pd:
Han pasado 2 años y 4 meses y aún te quiero
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